domingo, 12 de agosto de 2018

Un descubrimiento anti-hipertensión


Hace unas semanas hablé de diferentes remedios para la hipertensión, especialmente remedios naturales. Mi motivación al investigar soluciones alternativas era evitar los fármacos. Las pastillas anti-hipertensivas tienen importantes efectos secundarios y contraindicaciones, además de que no curan nada, simplemente mantienen a raya el síntoma. Los médicos las prescriben de por vida y, con el paso de los años, los pacientes sufren secuelas derivadas de su toma. En algunos casos, los efectos adversos pueden amenazar la vida del paciente, al provocar hemorragias y otros trastornos.

Como expliqué, además de cuidar mucho mi dieta, me centré en tres remedios totalmente caseros y naturales. Ni siquiera recurrí a los suplementos. Mi sorpresa ha sido que, al cabo de unas pocas semanas, tenía totalmente normalizada mi tensión arterial. Midiéndola tres veces al día, no subía de 13 – 7, unos valores que se consideran normales, fuera de riesgo, y que no precisan de medicación alguna. He mantenido mi tensión así durante meses, por eso ahora quiero contarlo.

¿Cuáles son estos tres remedios “prodigiosos” y más eficaces que cualquier medicación o suplemento? Son sencillísimos, baratos e incluso sabrosos.

Reducir la sal


El primero ha sido controlar, seriamente, la sal en mi comida. Evito cocinar con sal y, si debo aliñar algún plato, lo hago con muy poquita cantidad y ya cocinado, pues la sal durante la cocción pierde sabor y la gente tiende a echar más. ¿Cómo logro dar sabor a mis platos? A veces utilizo un poquito de agua de mar mezclada con el agua normal para cocer. Otras veces simplemente recurro a la combinación de hierbas y especias: jengibre, cebolla, laurel, orégano, puerro, comino, etc. Los vegetales cocinados en su tiempo justo (al dente, no recocidos) tienen tanto sabor que ya no necesitas añadirles nada. Las plantas tienen sales minerales de forma natural. Además, así conservan mucho mejor sus nutrientes. 

Los médicos aconsejan a sus pacientes que limiten o retiren la sal. El problema es que es tan adictiva que nadie o casi nadie hace caso de estas recomendaciones. Además, los alimentos procesados llevan incorporada mucha sal, más de la necesaria. Por eso, aunque no echemos sal a la comida, la estamos ingiriendo. Todas las conservas, panes, quesos, salsas, embutidos, etc., están sumamente cargados de sal. Los médicos lo saben y contrarrestan el problema con pastillas.

Un poco de sodio es necesario, por supuesto. Nuestra sangre necesita un equilibrio entre dos sales: el sodio y el potasio. El problema es que los alimentos ya llevan sodio de forma natural, y añadir sal a la comida los sobrecarga y desequilibra la química de nuestro cuerpo. De ahí que, para evitar problemas, nuestro propio organismo provoque la hipertensión para facilitar que la sangre corra más. En realidad, la hipertensión es una respuesta natural del cuerpo ante un exceso de sal. Así que el remedio evidente es reducir la sal hasta un límite seguro. Los expertos dicen que no deberíamos tomar más de 2,5 gramos de sal al día. Esto es una cucharadita rasa de café. Sobra decir que, entre los aliños y los procesados, nuestra ingesta diaria habitual es mucho mayor.

Una opción razonable, por supuesto, es comer siempre en casa, alimentos frescos preparados al momento. Comer en restaurantes o tomar platos precocinados es letal, porque llevan mucha sal y no controlamos las cantidades.



El limón

El limón es un remedio muy tradicional para bajar la tensión arterial. Pero no podéis imaginar hasta qué punto es efectivo. Algún día que he ido a comer de restaurante, por compromiso ineludible, he pedido unas rodajas de limón y me las he tomado con el postre. Por la tarde, al tomarme la presión, ¡no me había subido!

¿Qué hace el limón en nuestro cuerpo? El limón ayuda a digerir las grasas, provocando que segreguemos más bilis, y esto ayuda a eliminar las comidas pesadas. Por otra parte, tiene mucha vitamina C, un potente antioxidante que protege los tejidos y la salud arterial. Tomar el zumo de un limón al día puede ser otro estupendo remedio para mantener la presión a raya, con los beneficios añadidos de esta fruta, que es muy depurativa y regeneradora.



Las legumbres


Este ha sido el gran descubrimiento. Casi todos sabemos que el limón va bien para la presión, pero que las legumbres sean tan beneficiosas no es tan conocido.

El doctor Esselstyn, cirujano que cura a pacientes cardiovasculares a base de la alimentación, dice que lo mejor que pueden hacer las personas que quieran conservar sano su corazón y sus arterias es comer muchas legumbres, a diario.

¿Qué tienen las legumbres para ayudar a la salud arterial? En primer lugar, son ricas en proteínas, concretamente la arginina. Esta proteína promueve la producción de óxido nítrico, un potente químico de nuestro cuerpo que limpia el epitelio arterial y relaja sus tejidos, haciendo que nuestros vasos sanguíneos se hagan más elásticos y resistentes.

En segundo lugar, las legumbres son muy ricas en magnesio y potasio, que ayudan a regular el equilibrio de sales en la sangre, contrarrestando el exceso de sodio.

En tercer lugar, tienen mucha fibra, que envuelve y arrastra la grasa en el intestino ayudando a expulsarla, para que no pase a la sangre. O sea que también son buenas para bajar el colesterol y los triglicéridos.

Esta misma fibra alimenta nuestras bacterias que viven en el colon. Algunas de estas bacterias producen ciertos ácidos grasos que protegen nuestras arterias. Sin fibra, las bacterias no pueden producirlos.

O sea, que las legumbres, además de ser un alimento sanísimo, sabroso y casi completo, son un magnífico remedio anti-hipertensión. Os animo a que lo probéis y tratéis de tomar legumbres a diario, aunque sólo sea una tacita como acompañamiento de otro plato. Por supuesto, ¡sin tocino ni chorizo!



¿Por qué esto es importante para tu vista?


Hablo de este tema porque, como ya he contado muchas veces, una de las causas más frecuentes de las dolencias oculares son los problemas circulatorios. Cuanto tuve mi accidente tenía el colesterol y la hipertensión altísimos. El oftalmólogo que me visitó por primera vez tras mi trombo ocular me lo aconsejó: “Cuida tu colesterol y tu tensión arterial”. Fue su única prescripción.

La mala circulación, el deterioro de los vasos sanguíneos y el colesterol producen accidentes que, si se dan en la retina, dañan el ojo y provocan una pérdida de visión. La degeneración macular y otros problemas son casi siempre de origen vascular. Por eso es importante cuidar la salud de tu sistema circulatorio y la calidad de tu sangre.

Ya veis que es más sencillo y económico de lo que parece. Sin fármacos ni suplementos caros. Eso sí, hay que tener voluntad y adoptar una dieta sana, que a veces es totalmente opuesta a lo que nos hemos habituado a comer durante años. Pero vale la pena. La vista es un don precioso y conservarla merece todos los esfuerzos.

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