Una
progresiva carrera hacia la mejora visual
La mente siempre va más deprisa que el resto de los órganos del
cuerpo. Cuando sufres un accidente vascular en la retina, en la primera fase
tienes miedo. Lo inesperado te hace sentir inseguro. Los capilares rotos
distorsionan la visión y limitan seriamente tu actividad. Ver los rostros
deformados y las líneas rectas onduladas asusta. El cerebro, acostumbrado a las
formas nítidas y a los colores vivos, pasa de la belleza armoniosa a un mundo
borroso, de formas desencajadas, colores apagados y letras que se desdoblan. La
vista ya no se disfruta, el alma se encoge y te das cuenta de que los ojos te
dan vida: son la puerta entre tu yo y el mundo exterior. Cuando la visión queda
mermada un sentimiento de pérdida te invade. El ánimo cae y la vida parece
perder su sabor.
Del susto
a la aceptación
Poco a poco, con el tiempo, vas aceptando el bache y te das cuenta
de que la vida sigue. Aunque limitado, sigues funcionando de otra manera y
prácticamente puedes hacer lo mismo que antes. El daño en la retina ha
desenfocado la visión central, pero puedes hacer muchas más cosas de lo que
creías. Estás más atento, y es entonces cuando empiezas a valorar lo que
tienes. De la fase del miedo pasas a la aceptación. Vemos con el cerebro, no
con los ojos. El cerebro, siempre activo, pone en marcha sus mecanismos para
compensar las deficiencias visuales. Te vuelves más creativo. Poco a poco, las
aguas regresan a su cauce.
Y empieza otro momento, que supone un salto cualitativo. Comienzas
a preguntarte por el sentido de lo que ha ocurrido e inicias un trayecto hacia
lo más hondo de ti mismo.
El
conocimiento
¿Por qué esa hemorragia en una zona tan delicada? ¿Y si mi vida
era una especie de hemorragia interna y la lesión en el ojo no fue más que una
consecuencia de tanta tensión acumulada? Antes vivía a gran velocidad y
necesitaba reposo, aprender a ir con más fluidez por la vida, con menos estrés.
Empecé a pensar que tal vez había vivido demasiado volcado en los
demás y sin tener suficiente espacio para mirar hacia adentro, para cultivarme
humana y espiritualmente. Aprendí a ver que lo ocurrido en mi ojo no fue más
que un aviso. Algo mucho más grave podía ocurrirme, un colapso de todo mi
cuerpo, o un accidente que me pudiera paralizar. Pero Dios quiso que solo fuera
una sombra que se interpuso entre mis ojos y la realidad, entre mi visión de la
vida y el mundo que me rodea. Con el corazón más calmado pude reflexionar,
meditar e incluso redescubrir la belleza que hay en el interior de cada
persona. Lo de afuera es bello, pero cuando uno surca los mares de adentro
descubre el reino del alma, que supera toda belleza.
Llegué a la conclusión de que ¡bendito accidente! porque ahora he
aprendido a ver más allá de la visión física.
Es cierto, he pagado un precio elevado. La falta de claridad
visual está ahí, pero también he aprendido a solidarizarme con las personas que
sufren problemas oculares. El objetivo de este blog ha sido precisamente este:
compartir y enseñar a otros todo cuanto he aprendido, conocer a fondo cómo
funcionan los ojos y estar al día de los avances de la ciencia oftalmológica en
busca de terapias eficaces.
He aprendido a cuidarme, a cambiar de estilo de vida, a
alimentarme bien. He descubierto la maravilla de esas dos perlas conectadas al
cerebro, que se ocupa de dar forma a las señales nerviosas que recibe de ellas.
He pasado de la fase del susto a la de la aceptación, y de esta al conocimiento
y a la fase más filosófica, de preguntas y reflexión.
Pasar a la
acción consciente
Pero aún hay otra fase, tan importante como las anteriores, que
creo que es definitiva para no quedarse en la mera introspección ni en la
elucubración filosófica. Es la fase realista: además del tratamiento médico, hay
que tomar medidas y hacer todo lo posible para mantener la visión o incluso
mejorarla. Y esto pasa por ser muy consciente de todo cuanto se hace y cómo se
hace. Qué comemos, qué hábitos hemos de revisar, qué sentimos, cómo afrontamos
el día a día… En definitiva, se trata de establecer una jerarquía de valores
para conseguir una mejora continua, aunque lenta, de la visión.
Tan importante es cuidar el cuerpo como las emociones, los
sentimientos y las relaciones con los demás. Cómo trabajas y cómo cuidas tu
alma, aunque no lo parezca, tiene mucho que ver con la visión del mundo y la
visión de tus ojos. Pues la vista está relacionada con lo que eres, con lo que
sientes, lo que piensas y haces. En definitiva, la salud visual depende de la
salud global, de alma y cuerpo. Solo cuidando ambas podremos vivir
armónicamente.
Nueve años
después
Hace nueve años que tuve el trombo venoso ocular. Mi ojo izquierdo
quedó muy débil y una parte de la retina quedó desnutrida por falta de oxígeno.
Mi visión se redujo a un 40 %, muy deficitaria para lo que estaba acostumbrado
a ver. Ha sido necesario este largo tiempo para conseguir la recuperación hasta
un 80 %. Ahora, después de estos años, mi visión se está normalizando
progresivamente. Tengo la esperanza de que cada vez sea mejor y en un futuro,
con los avances de la oftalmología y un mayor cuidado de mis ojos, junto con
otras terapias alternativas, se produzca una total recuperación. Después de un
año y tres meses siguiendo un protocolo de homeopatía a rajatabla, ciñéndome a
mi nuevo régimen alimenticio y cultivando mi vida interior, continúo mejorando
sin tener que recibir inyecciones. Confío que llegará el día en que vea el
milagro, aunque este ya se está produciendo. Espero el día en que ya no
necesitaré más tratamiento porque habré logrado la meta: recuperar la visión de
mi ojo izquierdo.
Ahora solo me queda la eterna y gozosa vigilancia. Todas mis
constantes se han normalizado: la tensión, el peso, el colesterol. Mantengo a
raya el estrés. El cambio se empieza a notar y la luz brilla más en mi alma.
Disfruto con paz y calma interior la vida, recibiéndola cada día como un regalo
y respondiendo agradecido. Ahora es el mejor momento. Ahora es la mejor
situación.
A todos aquellos que seguís este blog, os digo: nunca os rindáis.
Ante cualquier problema, tened coraje, mirad hacia adelante, sed tenaces y
confiad que la solución del problema ya la tenéis dentro de vosotros. El tesoro
de la salud es vuestro. Nos toca a cada uno hacer que aflore, no os dejéis caer
en el desánimo. Dentro tenemos la potencia para la auto recuperación.