domingo, 15 de abril de 2018

Los últimos retos 1: el colesterol


Hoy quiero hablar de un tema que considero de vital importancia en la salud ocular. Hablaré de las causas de mi patología visual, que pueden ser también las de miles de personas que sufren problemas similares y degeneración macular.

Siempre recordaré el consejo que me dio el doctor Nadal, el oftalmólogo de la Clínica Barraquer que me trató cuando tuve el trombo venoso en mi ojo izquierdo: «Controla tu colesterol y vigila con la hipertensión.» Esa fue la única prescripción, una vez la hemorragia interna de mi ojo quedó controlada.

Hipertensión y colesterol. Son dos problemas circulatorios, ligados a nuestra sangre y a nuestros vasos sanguíneos, los que alimentan y llevan oxígeno a todas las células de nuestro cuerpo. Dos problemas universales, factores de riesgo para la primera causa de muerte en los países desarrollados: los accidentes cardiovasculares.

Y son también factores de riesgo para la degeneración macular. De hecho, mi trombo fue un accidente cardiovascular que afectó a la zona del ojo. Podría haber sido mucho peor: un ictus, dañando el cerebro, o un infarto de miocardio, tocando al corazón. En vez de salir con un ojo lesionado podía haberme quedado paralizado de medio cuerpo, o sin habla. Sólo de pensarlo me da vértigo.

Un problema degenerativo en el ojo suele estar ligado a un problema general de nuestro cuerpo, que es un sistema donde todo está relacionado. Por eso, en estos momentos, mi gran desafío es controlar de una vez por todas esos dos “dragones” que me afectan desde hace años: la hipertensión y el colesterol elevado. Aunque he mejorado mucho gracias a la dieta y a mis hábitos, aún me falta llegar a unos niveles óptimos.

El colesterol


Del colesterol se han dicho tantas cosas… Incluso tiene sus defensores, y aquellos que minimizan sus riesgos y hasta defienden que hemos de tener niveles “generosos” de esta grasa en la sangre.

Hay un hecho innegable: el colesterol forma grandes grumos, rígidos, auténticos cristales, presentes en nuestro torrente sanguíneo. Y también forma parte de la famosa placa, que forra nuestras venas y arterias por dentro, disminuyendo el caudal de sangre y endureciendo sus paredes. De modo que un nivel alto de colesterol es un problema: es como tener las autopistas de un país colapsadas con grandes camiones. Los atascos no se harán esperar. Y, en cardiología, un atasco es un trombo o un infarto que puede poner en peligro nuestra vida.

NOTA: la imagen que veis arriba es una serie de fotografías al microscopio de cristales de colesterol. Sorprendente, ¿verdad? Esos cristales afilados circulan por la sangre y se depositan en las paredes arteriales, con gran riesgo de perforación de la placa y formación de trombos. Asusta un poco pensar que tenemos eso dentro y el daño que pueda causar...

En mi caso, el colesterol es algo de familia. Mi madre también se medicaba para bajar su colesterol. Y mi padre murió de un infarto con treinta y seis años; el médico le decía que tenía “la sangre gorda”, una manera expresiva de definirlo. En su caso, no cuidó para nada sus hábitos ni su alimentación. Esto, sumado a un trabajo físicamente extenuante (cargar y descargar en el puerto de Sevilla), y quizás al poco descanso, contribuyó a su muerte prematura.

Desde muy joven tengo el colesterol por encima de 300 mg. Se considera un valor normal cuando el colesterol total está por debajo de los 200, lo ideal sería alrededor de los 150 mg. Cuando me dio el trombo en el ojo lo tenía a más de 400. Desde entonces, gracias a mi cambio de alimentación, he logrado bajar bastante, pero siempre con subidas y bajadas, nunca por debajo de los 200. Tomé estatinas un tiempo, pero me causaban muchos dolores musculares y molestias, y las dejé. A temporadas he tomado suplementos de monacolina (extracto de levadura de arroz rojo), que tiene un efecto similar a las estatinas, pero al ser de origen natural no causa efectos adversos.

Pero, al igual que con la hipertensión, nunca lograba bajar a unos niveles óptimos de colesterol. Al final, la gran tentación es decir: no hay nada qué hacer. Es genético, y la única solución es aceptar vivir con el colesterol alto o bien tomar estatinas. No hay otra.

Hasta que, a principios de este año, hice una resolución. Decidí tomarme muy en serio mi dieta, más aún que antes, y eliminar por completo un alimento que siempre me he resistido a dejar del todo, porque me encanta: los huevos. Así como el jamón, la carne y cualquier producto salado, en conserva y frito. Además, empecé a tomar un suplemento natural prescrito por mi doctora de cabecera. Medí mi colesterol al empezar este plan, estaba a unos 245 mg. Al cabo de un mes volví a hacerme un análisis.

Y, ¡sorpresa! Los resultados me dejaron asombrado. ¡Tenía un colesterol total de 175! Jamás había logrado un resultado así. Con lo cual quedé convencido de que la genética y la herencia familiar no tienen por qué condicionarte de por vida. ¡Se pueden superar!

Es cierto que me tomo un suplemento que me ayuda, pero es natural y casi inocuo. Y eso sí: he sido muy fiel con mi dieta anti-colesterol. Creo que ha sido el factor clave: la he seguido sin fallar, y eso me ha permitido alcanzar estos niveles. Me encuentro de maravilla y mi ojo, después de la última inyección, se está recuperando estupendamente.

Explico esto para dar esperanza a los lectores que tengáis problemas similares. El colesterol se puede controlar, sin fármacos peligrosos como las estatinas. ¿Cuesta un poco? Sí. Pero… ¿qué es sacrificar algunos alimentos a cambio de conservar tu visión y tu salud, evitando posibles infartos o complicaciones futuras? ¿No valen más nuestros ojos, o nuestro cerebro, o nuestro corazón, que un chorizo o unos huevos fritos? Además, esto me ha hecho creativo en la cocina; he ideado formas sanas de preparar alimentos buenos para mi sangre, he disfrutado probando, experimentando y comiendo platos riquísimos de legumbres, arroz, verduras, patatas y avena. No paso nada de hambre, os lo aseguro. Y mis análisis sanguíneos, colesterol aparte, revelan una salud excelente y ninguna carencia nutricional. Se puede comer rico y sano, es cuestión de ponerle un poco de imaginación. Ánimo, porque con voluntad y ganas de vivir, se puede. ¡Y vale la pena el esfuerzo!