domingo, 17 de diciembre de 2017

Un año después: el médico

Hay un factor que solemos dar por sentado, pero no siempre calibramos su importancia a la hora de recuperarnos: es el médico. La calidad de la atención de tu oftalmólogo es mucho más relevante de lo que pueda parecer. No tengo queja de ninguno de los médicos que me han atendido, y estoy seguro de que todos ellos son excelentes profesionales. Pero sí es verdad que la manera en que me han tratado ha sido diferente en unos lugares y otros. No es lo mismo una fría profesionalidad, impecable, pero distante, que una implicación del médico en tu caso concreto, buscando el tratamiento más adecuado, personalizado exprés para ti, teniendo en cuenta tu salud, tu edad, tus circunstancias y tu evolución como paciente.

Un buen médico transmite confianza. Cree en ti y cree que podrás mejorar, más allá de lo que digan los análisis y las pruebas. Te informa sobre tu problema y te educa. También va más allá del protocolo establecido y añade humanidad, calidez y delicadeza hacia el paciente. Esto lo he notado mucho en las veces que me he tenido que pinchar el ojo. ¡Qué diferencia entre mi actual oftalmólogo, respecto de la clínica donde empecé! Pasé de ser una especie de cordero llevado al matadero, un paciente más, en medio de un montón de enfermeros y auxiliares parlanchines que hablaban de sus asuntos, a un paciente tratado con exquisitez, en un ambiente sosegado, con música e incluso con un poquito de oxígeno y sedación para que me relaje. Tanto es así, que cuando el doctor me inyecta el fármaco en el ojo apenas lo noto. Estoy tan tranquilo que el trauma es mucho menor, no me pongo tenso y posiblemente el medicamento sea incluso más efectivo. Una experiencia que puede ser traumática ha pasado a ser leve. Pienso en las personas mayores, algunas se ponen muy nerviosas ante esta intervención. En la otra clínica se dio el caso de algún paciente a quien no podían pinchar por su estado de nerviosismo. Aquí nos tratan a todos con tanta delicadeza que nadie sale angustiado.

Una buena comunicación con el paciente también ayuda. Produce una mejora no sólo física, sino psicológica y espiritual. El médico que me atiende, cuando me recibe en su consulta, me habla, me mira, no ve un ojo problemático, sino una persona entera, en cuerpo y alma. Y esto se nota.

Por eso mi consejo es que no os resignéis con un solo médico, ni una sola opinión. Si tenéis la posibilidad de buscarlo, acudid a un oftalmólogo que, además de ser un gran profesional, os trate con la humanidad que merecéis y necesitáis.

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