domingo, 11 de septiembre de 2016

El impacto del estrés

El estrés tiene un impacto muy importante: acelera la pérdida de visión. Hay un estrés interno: mental y emocional. Se trata de resolver problemas. El estrés externo está causado por factores ambientales: radiaciones, polución, transgénicos, fármacos, infecciones…

Cuando sufrimos estrés, ya sea emocional o ambiental, se da una respuesta del sistema nervioso simpático (reacción ataque-huida). Esta respuesta está encaminada a la supervivencia. Es útil cuando estás en peligro o te persigue un tigre. Te da la capacidad de enfrentarte o escapar. Va asociada al miedo. Pero esta respuesta no es la mejor cuando no hay una causa real.

En una situación de estrés, toda la química cerebral nos prepara para sobrevivir. La digestión se detiene y las glándulas suprarrenales segregan cortisol y catecolaminas para que físicamente estemos fuertes y podamos afrontar el peligro. El problema es que hoy estamos bombardeados por mil factores que nos causan estrés: conflictos laborales, problemas económicos, Internet. Podemos estar sentados en nuestro despacho, sin una amenaza física real, pero estamos padeciendo estrés a causa de la gente que nos rodea y los problemas que tenemos que resolver.

No estamos diseñados para vivir en un estado de estrés crónico. El estrés físico en los animales se da de forma súbita, dura unos minutos y después el cuerpo regresa a su estado de relajación natural. En los humanos, el estrés prolongado es algo de ahora, hemos vivido miles de años de otra manera y no estamos adaptados. Nuestros cerebros han desarrollado mecanismos para protegernos, pero la constante liberación de las hormonas del estrés en nuestra sangre provoca cambios en la química cerebral y acaba causando daños y neurodegeneración. El estrés produce vasoconstricción, que reduce el flujo sanguíneo, favorece la inflamación, el estrés oxidativo y la acidosis. Todos estos factores aceleran la degeneración ocular.


El estrés impide una respuesta del sistema parasimpático, que nos relaja y nos repara. La respuesta de estrés crea un círculo vicioso: al deteriorarse el organismo, éste se estresa todavía más.

Ante una enfermedad o un problema que nos abruma y nos sobrepasa, nuestro sistema entra en pánico y nos sentimos impotentes. Surge la reacción del ataque – huida, que podemos aplicar a la enfermedad. O la negamos (¡Esto no me puede pasar a mí!) o intentamos huir (depresión, negación).
Esto es un error. Lo que ocurre es que perdemos nuestro control y nuestro poder. Necesitamos adoptar una percepción más correcta: hasta cierto punto puedo controlar y gestionar lo que me sucede. 

Tomar las riendas

¿Cómo recuperar el control? Con educación. Podemos preguntarnos: ¿qué es lo que me pasa? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo gestionarlo?

Cuando estamos estresados no activamos el área cerebral creativa de resolución de problemas. Todo es blanco o negro, no hay alternativas. Cuando estamos relajados activamos nuestra inteligencia creativa y podemos pensar en soluciones. Ya no estamos utilizando el cerebro primitivo, reptiliano, sino el cerebro evolucionado que nos ha hecho humanos, imaginativos y capaces de soluciones creativas. Necesitamos educación para utilizar esta parte del cerebro que ve opciones y nos permite buscar remedios. Más allá de lo que nos dicen, comprendemos lo que nos ocurre, sus causas, y podemos tomar el control de la situación.

Cada vez que os estreséis o vuestra dolencia ocular os angustie, tomad perspectiva. Ante la pérdida de visión y cualquier otra enfermedad solemos magnificarla. No dejéis que esto os ocurra. Aprended todo cuanto podáis sobre vuestra dolencia y buscad soluciones alternativas.

El próximo día... ¡no os lo perdáis! Algunas maneras eficaces de gestionar el estrés.

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