Cuando pierdes
visión y te diagnostican enfermedades como retinitis pigmentosa, distrofia de
Stargardt, degeneración macular… ¿qué causa estos problemas?
Hay varios
factores físicos que pueden causar la pérdida de visión:
- Predisposición genética.
- Traumatismos, lesiones, enfermedades.
- Fármacos y drogas. Especialmente los esteroides inhalados.
- Desequilibrios metabólicos. Como la diabetes u otras enfermedades.
- Factores de estrés epigenéticos.
- Enfermedad sistémica.
Veámoslos uno a
uno.
Genes
Puede haber una
tendencia familiar: si en tu familia hay más personas con degeneración macular
o enfermedades de la retina, es posible que haya una predisposición genética a
desarrollar ciertos problemas. Pero la predisposición no significa una
sentencia firme, si uno se cuida se puede evitar la enfermedad.
Lesiones y traumatismos
Desde un accidente
hasta una cirugía pueden causar una pérdida de visión y daño de los tejidos
oculares.
Fármacos y drogas
Especialmente los
esteroides inhalados que toman muchas personas con asma pueden causar lesiones
importantes en la mácula. Pero ante una disyuntiva de vida o muerte, ¡hay que
tomar los fármacos! Es preferible el daño colateral a la muerte por asfixia,
por supuesto.
Desequilibrios metabólicos
La diabetes es un ejemplo claro de metabolismo alterado
—azúcar— que causa
una pérdida de visión progresiva, con complicaciones varias.
Factores epigenéticos
Son factores
ambientales: desde la polución, infecciones por virus, pesticidas, alimentos genéticamente
modificados, etc.
Tres factores sistémicos que te roban la visión
Desde una medicina
funcional e integrativa hay tres causas principales de la pérdida de visión.
- Mala circulación.
- Estrés oxidativo.
- Inflamación.
La circulación es
importante porque las células del ojo, como todas las del cuerpo, necesitan
alimento, oxígeno y eliminación de residuos. La circulación es vital para la
vida.
El estrés
oxidativo es un envejecimiento acelerado. Envejecer es un proceso natural, pero
algunas condiciones pueden acelerarlo. En enfermedades como el Parkinson, el
Alzheimer o la esclerosis múltiple la oxidación juega un papel crucial porque acelera
la degeneración. La manera de frenar el estrés oxidativo es mediante una
terapia nutricional, tomando muchos alimentos ricos en antioxidantes. La dieta
y el ambiente —radiaciones, etc.—pueden incrementar el estrés oxidativo.
La inflamación no
sólo acelera el estrés oxidativo y la mala circulación, sino que es un fuego
interno. Es exceso de calor que la célula no puede tolerar y le provoca la
muerte prematura. Las células nerviosas son especialmente sensibles al calor y
a la inflamación, pues no tienen un sistema de refrigeración.
Mala circulación,
estrés oxidativo e inflamación. Podemos empezar ahora a controlar estos tres
factores para prevenir o frenar un proceso degenerativo. Si no abordamos estos
tres problemas no vamos a mejorar.
De poco sirve
mejorar la circulación si continúa habiendo estrés oxidativo o inflamación.
Puedes reducir la inflamación, pero si no hay buen flujo de sangre, tampoco
ayudará mucho. También puedes tomar antioxidantes para reducir el estrés
oxidativo, pero si la sangre no circula bien no llegarán a donde son
necesarios. Por tanto, hay que cuidar los tres factores a la vez.
Un ambiento tóxico propicia la enfermedad
Un entorno tóxico
nos enferma, porque promueve estos tres factores. Un ambiente con poco oxígeno
y mucho dióxido de carbono es ácido, y esto acelera el estrés oxidativo y la inflamación.
El calentamiento global y la contaminación nos afectan, no estamos desconectados
de lo que ocurre en el planeta. Los problemas ambientales nos impactan a todos.
Las infecciones,
cuando se vuelven crónicas, inflaman nuestro sistema inmune.
El estrés
oxidativo se hace muy evidente en la piel: una piel tibante, seca, irritada, es
una clara señal de envejecimiento. La contaminación marchita las plantas. A las
personas nos castiga la piel y se nos ve más envejecidas. Mirad la piel de un
niño o de un bebé: suave, flexible, tersa, blanda. No está oxidada. Con la edad
y el estrés oxidativo, la piel se seca, se agrieta, pierde tono y color: se
oxida y se gasta.
Otro problema
importante son las enfermedades autoinmunes: cuando el cuerpo se ataca a sí
mismo. El sistema inmune, en vez de atacar virus, bacterias, hongos, ataca al
propio tejido humano. Puede atacar el tejido nervioso, las células del páncreas
o la piel: eccemas, irritaciones, sarpullidos… Algunas enfermedades de la vista,
como Stargardt, la retinitis pigmentosa, la uveítis, posiblemente tienen un
componente autoinmune importante.
La acumulación de
residuos tóxicos en el cuerpo, cuando no se da una buena desintoxicación,
también nos está contaminando. El sistema se desequilibra y se rompe.
Las toxinas
ambientales nos envuelven: humo, metales pesados, pesticidas, hormonas, esteroides,
organismos genéticamente modificados, antibióticos en el agua, en el aire, en
el ambiente… no podemos escapar a todos estos factores.
Pero no os
angustiéis. No podemos ir por la vida con una mascarilla puesta. Tampoco podemos
vivir en un lugar aislado en la montaña.
Lo que sí podemos
hacer es que nuestro cuerpo, que es nuestro medio más inmediato, esté lo más
limpio posible. Y esto lo conseguimos con un buen estado de los órganos depuradores:
el hígado y los riñones, principalmente. Ellos se ocupan de procesar y expulsar
toda la basura que metemos en nuestro cuerpo, deliberadamente o sin querer.
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