En todos estos años de lucha por recobrar mi visión he
tenido la oportunidad de reflexionar mucho sobre qué significa la salud y estar
sano.
También he podido contrastar la opinión de muchos
profesionales y terapeutas, y he visto cómo la idea de salud cada vez es más
amplia. La salud ya no es una cuestión solo de médicos, ni es un tema que esté
en manos de las instituciones sanitarias. La salud es un estado de vida que
cada cual construye día a día. Todo cuanto hagamos está repercutiendo en
nuestra salud.
¿Quién está sano o enfermo? Una persona. Y la persona es
cuerpo y alma. Es materia y es emoción, inteligencia, espíritu; es un individuo
pero también es una red de relaciones. Por tanto, para que la persona esté sana
tienen que estar armonizadas todas estas dimensiones. Si una está enferma, las
demás se verán afectadas y la salud se resentirá.
Creo que la salud se asienta sobre cuatro pilares básicos,
que voy a explicar a partir de mi experiencia.
Primer pilar: el cuerpo
Por muy importante que sea la psique, todos vivimos en un
cuerpo. La persona no se puede concebir sin cuerpo, es nuestra base física, el
fundamento de todo lo demás. Por tanto, la salud corporal es básica. Cuidar el
cuerpo implica cuidar nuestro descanso, el ejercicio que hacemos y, muy en
especial, tomar la energía que necesitamos para vivir. Esta energía la tomamos
del sol, del aire que respiramos, del agua y de los alimentos. Respirar, salir
al aire libre, hidratarse y comer bien son las bases de una buena salud. Si
esto falla, por muy felices y realizados que estemos, por muchos conocimientos
que tengamos, nos vamos a encontrar mal. Un cuerpo enfermo puede influir
poderosamente en la mente y en las emociones, menoscabando la vida intelectual
y espiritual.
Segundo pilar: las relaciones
Nuestra parte emocional es otro puntal de la salud. Nuestras
relaciones con los demás: con los seres queridos y las personas que nos rodean
cada día, nutren nuestra psique y nuestras emociones. Unas relaciones sanas,
amorosas, armónicas, donde hay un mutuo dar y recibir, pueden mantener a la
persona sana y viva durante muchos años, incluso si no se cuida mucho. En
cambio, una persona que cuide mucho su cuerpo, si vive una mala relación
emocional con su pareja, sus hijos o sus compañeros de trabajo, si está sola o no tiene amigos, puede
enfermar. Las emociones negativas provocan reacciones químicas en nuestro
cuerpo: segregamos hormonas que nos estresan y nos ponen en una situación de
alerta ante un peligro. Esto, sostenido durante mucho tiempo y a diario,
inflama el cuerpo y acaba derivando en problemas crónicos: desde hipertensión,
indigestiones, estreñimiento, inflamación del hígado y dolencias autoinmunes,
como la artritis o la esclerosis múltiple. Por tanto, ¡hay que cuidar el
corazón! Las emociones fluctúan y varían, pero si hay unas buenas relaciones,
si damos y recibimos amor cada día, nuestra salud lo agradecerá.
Tercer pilar: el ejercicio
El ser humano está hecho para moverse. Fijaos en los niños,
¡no paran! También los animales son activos: los pájaros no cesan de volar, los
peces, nadan de aquí para allá, los mamíferos siempre se están moviendo, ya sea
para buscar alimento o para jugar. El sedentarismo
humano es una excepción y una distorsión de nuestro modo de vida natural.
Pasamos demasiadas horas al día sentados, parados, tomando comidas muy energéticas
cuyas calorías nunca vamos a quemar… Moverse es bueno para que corra la sangre,
para oxigenar nuestros tejidos y que los nutrientes lleguen bien a las células,
al tiempo que eliminamos lo que nos sobra. Moverse mejora el estado anímico,
nos quita tensiones y favorece el buen humor. Si no sois fans de ningún
deporte, al menos podéis caminar. Basta una buena caminata de 30 a 40 minutos
al día, a paso ligero, que sintáis que os sube el pulso y entráis en calor. Buscad
parques, paseos, playas y lugares cerca de la naturaleza, donde podáis respirar
a fondo. No es necesario gastar dinero en un gimnasio. Si además os gusta
correr, bailar, nadar, ir en bicicleta o practicar cualquier deporte,
¡adelante! Para quien nunca ha hecho gimnasia, empezar una rutina diaria de
algún ejercicio que le resulte agradable puede marcar un antes y un después.
Cuarto pilar: el propósito vital
Este pilar es muy importante y, para muchas personas, es el
gran olvidado. Todos hemos nacido con un anhelo inscrito en lo más profundo de
nuestra alma. Aunque algunas personas lo tengan muy escondido, todos deseamos
encontrar un sentido a nuestra vida. ¿Para qué estamos aquí? El propósito de
nuestra vida es como una estrella que nos guía en los buenos y malos momentos,
en días de bonanza y de tempestad. Cuando los problemas arrecian, este pilar
puede ser lo único que nos mantenga a flote y luchando por salir adelante.
¿Cuál es el propósito de tu vida? ¿A qué o a quién vas a
dedicar lo mejor de ti? ¿Lo has pensado nunca? Los adolescentes suelen hacerse
estas preguntas. Esos años jóvenes son una época ideal para buscar la vocación
donde volcar todas tus ilusiones y esfuerzos. Es verdad que hay personas que
pasan su juventud sin haber encontrado la vocación ni el sentido de su vida.
Pero no hay nada perdido: cada cual tiene su ritmo y llegará el momento en que se
lo plantearán. A veces es necesario sufrir algún golpe, o atravesar una crisis,
para encontrar el propósito de vida.
El propósito vital se vislumbra cuando uno aprende a hacer
silencio y a estar consigo mismo. Pero en ese silencio no hay un aislamiento
total ni un cerrarse a uno mismo. Somos seres relacionales y el propósito vital
tiene que ver con nuestra conexión con los demás. Algunas buenas preguntas para
dilucidarlo pueden ser: ¿qué puedo ofrecer de mí al mundo? ¿Cómo puedo ayudar a
los demás? ¿En qué puedo ser útil?
Para las personas creyentes, entrar en oración, en la
presencia del Dios amoroso que nos ha creado, es una buena manera de conectar
con nuestro propósito vital. Dios ha volcado en nosotros su amor y nos sostiene
con su aliento. Tiene un sueño para cada uno de nosotros, un plan único e
ideal, según nuestros talentos y nuestra forma de ser. La oración nos permitirá
conocer este plan y aceptarlo con gratitud y alegría. Esta es mi experiencia, y
la que he visto en muchas personas conocidas que me han acompañado y enseñado a
lo largo de mi trayectoria vital.
Resumiendo… cuatro pilares
Nuestra salud
se asienta sobre cuatro pilares: salud del cuerpo, relaciones sanas y
gratificantes, ejercicio a diario y propósito vital. Si queremos potenciar nuestra
calidad de vida un buen paso puede ser meditar sobre estos cuatro aspectos y
ver cómo mejorar cada uno de ellos. Seguro que se nos ocurrirán cambios
positivos que están al alcance de nuestra mano. Cuando estemos decididos, no
temamos pedir ayuda. Una persona que quiere salir adelante siempre encuentra
manos amigas. Tened la humildad y el coraje de pedir consejo, orientación y
apoyo. ¡Lo encontraréis!
No hay comentarios:
Publicar un comentario