El doctor
Jordi Monés, director de la Barcelona
Macula Foundation, asegura que en unos diez años algunos tipos de ceguera
podrían ser curados. Al menos, se podría lograr pasar de cero visión a ver un
10 %, y esto, en una persona que apenas ve nada, es casi milagroso y supone un
gran salto en su calidad de vida.
¿Qué terapias se están investigando? Por un lado, están la
genética y la optogenética, por otro las células madre. Son enfoques distintos
y todos tienen sus pros y sus contras.
La terapia génica
consiste en inyectar material genético en el tejido dañado utilizando virus
como “vehículo”. La esperanza es que ese material repare el daño celular de los
tejidos degenerados o ayude a fabricar proteínas necesarias para ver. Si la
técnica funciona puede ser muy efectiva, pero tiene riesgos, pues puede
provocar alteraciones genéticas no deseadas o tumores. En una enfermedad
concreta, la amaurosis congénita de Leber, esta terapia ha funcionado con niños pequeños,
según el doctor Monés.
La inyección de material genético hasta ahora ha empleado
virus, pero se está estudiando utilizar partículas microscópicas artificiales y
evitar posibles infecciones víricas de otros tejidos sanos. Es un desafío para
la nanotecnología.
La optogenética
consiste en inyectar proteínas a la mácula para que las células dañadas se
hagan más sensibles a la luz y puedan transmitir los estímulos al nervio
óptico. Esta terapia ya está en fase clínica de ensayo.
Finalmente, la terapia con células madre sería una gran solución si se encontraran las células
adecuadas para regenerar el tejido dañado en la retina. El problema es que los
ensayos, hasta ahora, han tenido que pararse porque se producían tumores. Los
resultados son pobres y hay que contar con problemas de rechazo del paciente.
Si se encuentran las células apropiadas, esta terapia será accesible a muchos
pacientes.
De momento, como veis, cabe esperar. Seguramente la ciencia
irá encontrando vías y terapias para mejorar la visión de aquellos que hemos
sufrido daños hasta ahora irreparables. Pero toda intervención que interfiera
en los procesos naturales del cuerpo tiene sus riesgos. Para los que aún tenéis
un buen grado de visión, la mejor terapia, siempre, ¡es la prevención!
Fuente de esta entrada: artículo publicado en el diario 20 minutos, 8 septiembre 2016, por Désirée Pozo.
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