Hoy hablaré del segundo componente de la tríada letal: las harinas blancas refinadas.
Los cereales son la base de la alimentación humana en todas
las culturas sedentarias. A partir de los cereales se obtiene la harina y de
ella una variedad de alimentos: panes, pastas y otros. Hay que notar que son
productos muy elaborados, pues requieren casi siempre de: molienda, cocción con
calor y a veces fermentación (levaduras en el pan). Por tanto, su digestión es
compleja y lenta, mucho más que la digestión de una fruta, un vegetal o un
pedazo de carne sola.
Los cereales, a lo largo de la historia, han sufrido
diversas modificaciones genéticas. El hombre siempre ha buscado mejorar el
rendimiento de los cultivos, cruzando especies de plantas para aumentar la
producción agraria. Esto ha conllevado que actualmente se cultiven variedades
que no existían, y que poseen un genoma muy distinto a las primitivas. En el
caso del trigo, la variedad que se cultiva ahora, en el 90 % de los campos,
tiene un genoma más complejo que el humano, con una serie de proteínas que lo
hacen de difícil digestión. Esto explica que cada vez haya más personas
intolerantes al trigo. Muchos trastornos digestivos son debidos a esto, y a
menudo pasan sin ser diagnosticados. La persona sufre de malas digestiones
crónicas y no sabe por qué.
Antiguamente las harinas solían ser integrales. Con la era
industrial se ha difundido el consumo de harinas blancas refinadas, que antes
solo eran alimento de ricos. Aunque más finas en su textura, nutricionalmente
son mucho más pobres, pues se les ha privado de la proteína del germen y la
fibra del salvado. Además, poseen un potencial glucémico muy alto, similar al
de los azúcares refinados. O sea, provocan picos de energía y crean adicción
cuando la energía baja. Por tanto, la harina blanca tiene muy poco alimento y
mucha caloría vacía. Sus efectos en el organismo son tan nocivos como los de
los azúcares refinados.
La mayoría de alimentos que encontramos en un supermercado contienen
harinas refinadas, desde la pasta italiana hasta los embutidos. Además, nuestra
dieta los incluye prácticamente en todas las comidas que hacemos al día. A
largo plazo, los efectos se van notando. En los niños que consumen mucha
bollería y pasta pueden producirles toda clase de trastornos: alergias,
mucosidades, hiperactividad, cambios emocionales, desconcentración y
agresividad… Los que sois padres deberíais considerar muy en serio qué están
comiendo vuestros hijos. A lo mejor con buena voluntad se les están dando comidas
poco saludables. La obesidad infantil comienza a ser una epidemia preocupante. Si
un niño a los 7 años es obeso, a los treinta años puede presentar patologías
propias de un anciano enfermo, desde hipertensión, diabetes, problemas óseos y
circulatorios… Será una carga para sí mismo y también para la sanidad pública.
Aparte de todos los problemas emocionales, familiares y sociales que esto
conlleva.
¿Comemos pegamento?
Algo parecido ocurre con otros granos, como el arroz. Hay
variedades de arroz riquísimas y muy nutritivas, siempre que se consuman
integrales. Pero el arroz blanco que solemos tomar es otro veneno.
Prácticamente solo tiene almidón. En el intestino se convierte en una masa,
como un pegamento, que se deposita en las paredes intestinales dificultando la
absorción de nutrientes y la evacuación. Por eso se dice que el arroz blanco
restriñe. Hace mucho más que esto. De hecho, en la India la pasta de arroz se
utiliza como pegamento, ¡y es muy eficaz! Pero no para nuestro organismo ya que
literalmente bloquea el proceso digestivo.
¿Qué hacer? Consumir cereales siempre integrales, y a ser
posible ecológicos. A la larga es más beneficioso porque nos ahorran en gasto
médico y en laxantes, digestivos, antiácidos… Cuando uno se acostumbra a
cocinar con granos integrales se descubren sabores, texturas y recetas
deliciosas. El grano integral aporta proteínas de alto valor biológico, y muy
digeribles. Su fibra arrastra los desechos por el intestino y ayuda a la
evacuación de forma natural. Los expertos aconsejan tomar arroz u otros granos
integrales al menos tres veces por semana. Se pueden hacer paellas vegetales
riquísimas, cocidos, ensaladas tibias, etc.
Otros cereales menos conocidos pero muy sabrosos son el
arroz rojo, el arroz negro, la cebada (muy buena para bajar el colesterol), la avena
(deliciosa y con mucha fibra y proteínas), el mijo (fácil de cocinar, queda
como un cuscús).
Una cura recomendable para desintoxicar el hígado y el
intestino es la monodieta de arroz integral. Se puede seguir durante tres,
siete o veintiún días, bajo supervisión de un nutricionista. Yo he querido
probar la de los tres días. No he pasado hambre, me he encontrado muy bien, no
he padecido estreñimiento y he perdido volumen abdominal. Antes y después de estas monodietas hay que pasar
unos días comiendo solo frutas y vegetales, para preparar el cuerpo y propiciar
una mejor desintoxicación.
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