Al iniciar este blog, varias personas me han preguntado: ¿Por
qué este título? Así que voy a explicarlo.
Recuperando la visión
perdida. La frase expresa una etapa crucial de mi vida. El trombo venoso
que padecí, y que provocó una lesión en mi retina, me ayudó a cambiar la
percepción de la realidad. Me colocó en una situación nueva para mí y me llevó
a un cambio en la concepción de mí mismo.
Durante años viví instalado en un constante estrés, expuesto
ante la enfermedad silenciosa, que contenía en potencia un estallido que ponía
en riesgo mi propia vida. Cada día rozaba, inconscientemente, el rostro
de la muerte. Los síntomas: largos insomnios, sobresaltos que me despertaban,
sensación de ahogo mientras dormía… El exceso de peso me dificultaba la
respiración y pasaba largas noches sin dormir lo suficiente. Pero, mientras
tanto, seguía tomando opíparas cenas, que me hacían largas y pesadas las
digestiones, y continuaba agotándome física y psíquicamente. Estaba al borde de
una profunda crisis.
Hasta que se produjo la lesión vascular en mi ojo izquierdo.
Unos capilares de la retina, obstruidos, reventaron, produciendo una hemorragia
interna en el ojo. Ese día empecé un largo camino que me llevaría a tomar una
mayor conciencia de mí y de mi situación.
Hoy, doy gracias a Dios de que me pasara lo que me pasó,
porque por fin empecé a ver con la luz de la experiencia vital. Ha sido duro, y
han transcurrido siete años desde entonces. Pero hoy tengo paz, hoy sé cuán
valiosa es mi retina y mi existencia, aunque quizás más limitada, es más
serena. Saboreo pacientemente cada segundo de mi vida. Descanso y duermo mucho
mejor. Aprendo a confiar, a soltar, a delegar. Yo, que no podía perder ni un
segundo queriendo hacer y hacer cosas, para poder llegar a todo, ahora me dejo
llevar por la sorpresa inesperada que me regalan cada día la vida, los demás,
Dios.
Por eso ahora estoy en otra batalla: llegar a ser cómplice
de mis propias limitaciones y defectos. No me importa asumir que no soy
perfecto. Mi felicidad consiste en abrazar lo que soy, con paz y abandono. Hice
una tregua conmigo mismo. Estaba deslizándome por una pendiente, bajando a gran
velocidad hacia el abismo, y me detuve. Hoy mi batalla es recuperar la visión
perdida.
Recuperar
Este verbo expresa un empeño en volver a un estado
satisfactorio que he perdido. No se trata de un retroceso, de un volver atrás,
sino de pasar por un profundo análisis de las causas que provocaron tal lesión.
Recuperar significa lucha, tenacidad, entusiasmo para ir en busca del gran
tesoro: la luz que quedó en penumbra. Pide ilusión, tomar aire y lanzarse, pero
con un talante diferente. Se trata de sacar el máximo jugo de esa experiencia,
aprender a cambiar el chip y el
ritmo, sin angustia. Empiezo un camino de retorno, no quisiera conformarme en
recuperar la agudeza visual que tenía, sino ganar una visión más global de la
realidad que me envuelve. Deseo tener agudeza en el alma para captar también lo
que no se ve. Este es mi empeño: recuperar la serenidad que había perdido,
antes que la visión.
Necesitaba hacer las cosas de otra manera. A veces tenía la
sensación de ir como un galgo, a la carrera detrás de la presa que nunca
alcanzaba. Hasta que paré, y no solo cambié la velocidad, sino la dirección. Ahora,
he abierto este blog para ayudar a otros a que sean protagonistas de su vida.
Tras la noche viene el día. Tras la oscuridad luce el sol.
Después de la tormenta aparece un arco iris en el cielo. Decidí tener agallas,
ser humilde y aprender del sufrimiento. Y empecé a subir la montaña, con la
mirada puesta en la cumbre. Volveré a ver como nunca, porque cuanto más arriba
llegue, más luz habrá.
La visión
La meta de esta lucha es la visión. Una visión que durante
mucho tiempo se ha apagado, mitigando la fuerza de los colores de la vida. El
estrés y el frenesí de la vida diaria reducen la capacidad de ver detalles que
pasan por tu lado. Con la velocidad pierdes perspectiva y no puedes retener las
imágenes, como el que viaja a bordo de un tren de alta velocidad: la retina no
tiene tiempo de fotografiar la imagen, es imposible. Cuántas cosas nos perdemos
por no ir más despacio. En aquel día de agosto se unieron el no saber ver lo
que tenía a mi lado y el propio estrés. En el fondo, no quería verme a mí mismo
a punto de explotar, hasta que la lesión física me reveló otra lesión más
profunda: la miopía de no saber o no querer ver que estaba ante un precipicio.
Alguien me sostuvo ante el vacío. El ojito fue como un SOS que evitó mi caída.
Hoy estoy maravillado de descubrir mis propios ojos: su
fisiología, su funcionamiento, un auténtico prodigio de la naturaleza. Son
nuestra puerta abierta al mundo. El gozo de la existencia es mayor cuando cada
mañana abres los ojos y contemplas la belleza del día que nace. Qué hermoso es
vivir. Y qué hondo es ver desde el alma lo que antes no sabía ver. Porque los ojos
captan solo las realidades físicas, pero cuando uno aprende a acercar el zoom descubre
otra belleza, la que se esconde detrás de las cosas y los rostros.
Perdida
Cuando pierdes algo que quieres te invaden la tristeza y el
desaliento. En pocos segundos te falta algo valioso que durante un tiempo te
llenó de felicidad. Aún más si se trata de personas amigas o seres queridos. Cuando
se trata de la luz y la capacidad de ver con nitidez, sientes que pierdes una
parte maravillosa de ti. Pierdes la capacidad de contrastar colores, texturas,
formas, luces… Esa borrosidad y distorsión de los objetos te hace darte cuenta
de lo que has perdido. Pero, ¿qué ocurre? Cuando te pones en marcha enseguida
te encuentras con personas nuevas y situaciones que te ayudan.
Sobre todo, te encuentras contigo mismo. Qué perdido estaba,
creyendo que todo lo tenía controlado. El trombo ocular fue la oportunidad para
encontrarme a mí mismo. Quizás por eso perdí mi visión externa. Tanto correr…
¿hacia dónde? ¿Y si en el fondo me estaba perdiendo en el laberinto de mi
propio ego? Corriendo, perdiendo la conexión con la realidad… perdiendo la
visión. Hoy siento que he encontrado nuevas razones por las cuales vale la pena
vivir. Y he redescubierto el valor de la salud integral. No se pueden separar
las emociones de las patologías del cuerpo, como no se puede separar la mente
de la materia, ni la espiritualidad de la biología y de la herencia familiar.
No se puede fragmentar el ser humano en partes, ni reducirlo a un mecanismo de
estudio para las diferentes disciplinas científicas y médicas, tan
superespecializadas. Somos materia, energía, conciencia y espíritu. Las
enfermedades se producen por la falta de armonía de estos diferentes niveles. La
mayor parte de nuestras patologías tienen que ver con lo que comemos, con lo
que sentimos, con lo que pensamos y con lo que vivimos, con todas nuestras
emociones y contradicciones internas. La salud comienza cuando nos aceptamos
tal y como somos, y con nuestra capacidad de abrirnos a los demás y aprender de
ellos. Solo así encontraremos la auténtica salud que nos llevará a vivir en
plenitud. Se trata de abrazar la vida, a pesar de las dificultades y reveses
que continuamente nos ponen a prueba.
En este camino, el silencio es un aliado. Con él aprendes a poner la distancia justa entre tú y la realidad. A través de él reencuentras el verdadero sentido de la existencia y tu misión en la vida. Os lo aseguro: no solo se agudiza la visión en un sentido amplio, sino también los otros sentidos. Perdiendo visión, encontré una perla perdida: ver el mundo con otros ojos.
En este camino, el silencio es un aliado. Con él aprendes a poner la distancia justa entre tú y la realidad. A través de él reencuentras el verdadero sentido de la existencia y tu misión en la vida. Os lo aseguro: no solo se agudiza la visión en un sentido amplio, sino también los otros sentidos. Perdiendo visión, encontré una perla perdida: ver el mundo con otros ojos.
Hola, soy Montse. Me ha impresionado leer tu proceso de visión interior y el cambio que adoptaste en tu vida. ¡Gracias por escribirlo!
ResponderEliminarGracias por compartir todo esto. Precisamente ahora, que es tiempo de una renovada terapéutica, en la que se incluye la experiencia del paciente proyectada al mundo, como ejemplo y guía para otras personas.
ResponderEliminarCuando el paciente ya es verdadero "paciente", o sea, que no busca tan solo un remedio, sino que entiende que la clave es fundamentalmente el estilo de vida y lo lleva a la práctica, quiera o no quiera se vuelve enseñante, profesor y muchas veces Maestro.
Este camino tuyo, Joaquín, al compartirlo - de la manera en que lo haces - no solo es un ejemplo, una lección de salud... que ya es mucho. Es también un indicativo de que eres un hombre de estos nuevos tiempos; tiempos que necesitan de verdades con experiencia dichas en voz alta, sin miedo pero con respeto y con mucho ánimo, algo que siempre llega como aire limpio y fresco.
Gracias por compartir, por ser ejemplo y salir al mundo a decirlo.
Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarQué bien explicas, Raúl, el proceso de cómo el paciente asume su papel, de pasivo a promotor de su curación. Y lo que se aprende no se puede guardar para uno mismo, cuando puede beneficiar a tantos.
Un abrazo.
Amen ....una maravilla tal cual lo expresas, como dice Raul sin miedo pero con respeto y con mucho ánimo, Totalmente terapéutico. Gracias por tus escritos Joaquin
ResponderEliminarMontse, muchas gracias por seguir mi blog y por tus comentarios.
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