domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Por qué de este título?

Al iniciar este blog, varias personas me han preguntado: ¿Por qué este título? Así que voy a explicarlo.

Recuperando la visión perdida. La frase expresa una etapa crucial de mi vida. El trombo venoso que padecí, y que provocó una lesión en mi retina, me ayudó a cambiar la percepción de la realidad. Me colocó en una situación nueva para mí y me llevó a un cambio en la concepción de mí mismo.

Durante años viví instalado en un constante estrés, expuesto ante la enfermedad silenciosa, que contenía en potencia un estallido que ponía en riesgo mi propia vida. Cada día rozaba, inconscientemente, el rostro de la muerte. Los síntomas: largos insomnios, sobresaltos que me despertaban, sensación de ahogo mientras dormía… El exceso de peso me dificultaba la respiración y pasaba largas noches sin dormir lo suficiente. Pero, mientras tanto, seguía tomando opíparas cenas, que me hacían largas y pesadas las digestiones, y continuaba agotándome física y psíquicamente. Estaba al borde de una profunda crisis.

Hasta que se produjo la lesión vascular en mi ojo izquierdo. Unos capilares de la retina, obstruidos, reventaron, produciendo una hemorragia interna en el ojo. Ese día empecé un largo camino que me llevaría a tomar una mayor conciencia de mí y de mi situación.

Hoy, doy gracias a Dios de que me pasara lo que me pasó, porque por fin empecé a ver con la luz de la experiencia vital. Ha sido duro, y han transcurrido siete años desde entonces. Pero hoy tengo paz, hoy sé cuán valiosa es mi retina y mi existencia, aunque quizás más limitada, es más serena. Saboreo pacientemente cada segundo de mi vida. Descanso y duermo mucho mejor. Aprendo a confiar, a soltar, a delegar. Yo, que no podía perder ni un segundo queriendo hacer y hacer cosas, para poder llegar a todo, ahora me dejo llevar por la sorpresa inesperada que me regalan cada día la vida, los demás, Dios.

Por eso ahora estoy en otra batalla: llegar a ser cómplice de mis propias limitaciones y defectos. No me importa asumir que no soy perfecto. Mi felicidad consiste en abrazar lo que soy, con paz y abandono. Hice una tregua conmigo mismo. Estaba deslizándome por una pendiente, bajando a gran velocidad hacia el abismo, y me detuve. Hoy mi batalla es recuperar la visión perdida.

Recuperar


Este verbo expresa un empeño en volver a un estado satisfactorio que he perdido. No se trata de un retroceso, de un volver atrás, sino de pasar por un profundo análisis de las causas que provocaron tal lesión. Recuperar significa lucha, tenacidad, entusiasmo para ir en busca del gran tesoro: la luz que quedó en penumbra. Pide ilusión, tomar aire y lanzarse, pero con un talante diferente. Se trata de sacar el máximo jugo de esa experiencia, aprender a cambiar el chip y el ritmo, sin angustia. Empiezo un camino de retorno, no quisiera conformarme en recuperar la agudeza visual que tenía, sino ganar una visión más global de la realidad que me envuelve. Deseo tener agudeza en el alma para captar también lo que no se ve. Este es mi empeño: recuperar la serenidad que había perdido, antes que la visión.

Necesitaba hacer las cosas de otra manera. A veces tenía la sensación de ir como un galgo, a la carrera detrás de la presa que nunca alcanzaba. Hasta que paré, y no solo cambié la velocidad, sino la dirección. Ahora, he abierto este blog para ayudar a otros a que sean protagonistas de su vida.

Tras la noche viene el día. Tras la oscuridad luce el sol. Después de la tormenta aparece un arco iris en el cielo. Decidí tener agallas, ser humilde y aprender del sufrimiento. Y empecé a subir la montaña, con la mirada puesta en la cumbre. Volveré a ver como nunca, porque cuanto más arriba llegue, más luz habrá.

La visión


La meta de esta lucha es la visión. Una visión que durante mucho tiempo se ha apagado, mitigando la fuerza de los colores de la vida. El estrés y el frenesí de la vida diaria reducen la capacidad de ver detalles que pasan por tu lado. Con la velocidad pierdes perspectiva y no puedes retener las imágenes, como el que viaja a bordo de un tren de alta velocidad: la retina no tiene tiempo de fotografiar la imagen, es imposible. Cuántas cosas nos perdemos por no ir más despacio. En aquel día de agosto se unieron el no saber ver lo que tenía a mi lado y el propio estrés. En el fondo, no quería verme a mí mismo a punto de explotar, hasta que la lesión física me reveló otra lesión más profunda: la miopía de no saber o no querer ver que estaba ante un precipicio. Alguien me sostuvo ante el vacío. El ojito fue como un SOS que evitó mi caída.

Hoy estoy maravillado de descubrir mis propios ojos: su fisiología, su funcionamiento, un auténtico prodigio de la naturaleza. Son nuestra puerta abierta al mundo. El gozo de la existencia es mayor cuando cada mañana abres los ojos y contemplas la belleza del día que nace. Qué hermoso es vivir. Y qué hondo es ver desde el alma lo que antes no sabía ver. Porque los ojos captan solo las realidades físicas, pero cuando uno aprende a acercar el zoom descubre otra belleza, la que se esconde detrás de las cosas y los rostros.

Perdida


Cuando pierdes algo que quieres te invaden la tristeza y el desaliento. En pocos segundos te falta algo valioso que durante un tiempo te llenó de felicidad. Aún más si se trata de personas amigas o seres queridos. Cuando se trata de la luz y la capacidad de ver con nitidez, sientes que pierdes una parte maravillosa de ti. Pierdes la capacidad de contrastar colores, texturas, formas, luces… Esa borrosidad y distorsión de los objetos te hace darte cuenta de lo que has perdido. Pero, ¿qué ocurre? Cuando te pones en marcha enseguida te encuentras con personas nuevas y situaciones que te ayudan.

Sobre todo, te encuentras contigo mismo. Qué perdido estaba, creyendo que todo lo tenía controlado. El trombo ocular fue la oportunidad para encontrarme a mí mismo. Quizás por eso perdí mi visión externa. Tanto correr… ¿hacia dónde? ¿Y si en el fondo me estaba perdiendo en el laberinto de mi propio ego? Corriendo, perdiendo la conexión con la realidad… perdiendo la visión. Hoy siento que he encontrado nuevas razones por las cuales vale la pena vivir. Y he redescubierto el valor de la salud integral. No se pueden separar las emociones de las patologías del cuerpo, como no se puede separar la mente de la materia, ni la espiritualidad de la biología y de la herencia familiar. No se puede fragmentar el ser humano en partes, ni reducirlo a un mecanismo de estudio para las diferentes disciplinas científicas y médicas, tan superespecializadas. Somos materia, energía, conciencia y espíritu. Las enfermedades se producen por la falta de armonía de estos diferentes niveles. La mayor parte de nuestras patologías tienen que ver con lo que comemos, con lo que sentimos, con lo que pensamos y con lo que vivimos, con todas nuestras emociones y contradicciones internas. La salud comienza cuando nos aceptamos tal y como somos, y con nuestra capacidad de abrirnos a los demás y aprender de ellos. Solo así encontraremos la auténtica salud que nos llevará a vivir en plenitud. Se trata de abrazar la vida, a pesar de las dificultades y reveses que continuamente nos ponen a prueba.

En este camino, el silencio es un aliado. Con él aprendes a poner la distancia justa entre tú  y la realidad. A través de él reencuentras el verdadero sentido de la existencia y tu misión en la vida. Os lo aseguro: no solo se agudiza la visión en un sentido amplio, sino también los otros sentidos. Perdiendo visión, encontré una perla perdida: ver el mundo con otros ojos.

5 comentarios:

  1. Hola, soy Montse. Me ha impresionado leer tu proceso de visión interior y el cambio que adoptaste en tu vida. ¡Gracias por escribirlo!

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  2. Gracias por compartir todo esto. Precisamente ahora, que es tiempo de una renovada terapéutica, en la que se incluye la experiencia del paciente proyectada al mundo, como ejemplo y guía para otras personas.
    Cuando el paciente ya es verdadero "paciente", o sea, que no busca tan solo un remedio, sino que entiende que la clave es fundamentalmente el estilo de vida y lo lleva a la práctica, quiera o no quiera se vuelve enseñante, profesor y muchas veces Maestro.
    Este camino tuyo, Joaquín, al compartirlo - de la manera en que lo haces - no solo es un ejemplo, una lección de salud... que ya es mucho. Es también un indicativo de que eres un hombre de estos nuevos tiempos; tiempos que necesitan de verdades con experiencia dichas en voz alta, sin miedo pero con respeto y con mucho ánimo, algo que siempre llega como aire limpio y fresco.
    Gracias por compartir, por ser ejemplo y salir al mundo a decirlo.

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  3. Gracias por vuestros comentarios.
    Qué bien explicas, Raúl, el proceso de cómo el paciente asume su papel, de pasivo a promotor de su curación. Y lo que se aprende no se puede guardar para uno mismo, cuando puede beneficiar a tantos.

    Un abrazo.

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  4. Amen ....una maravilla tal cual lo expresas, como dice Raul sin miedo pero con respeto y con mucho ánimo, Totalmente terapéutico. Gracias por tus escritos Joaquin

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