A raíz de lo ocurrido, fui muy consciente de que tenía que
recuperar la vista. Por mi responsabilidad pastoral y mis tareas, no podía
permitirme quedarme quieto.
Lo primero que hice fue visitarme con un cardiólogo para
bajar la tensión y el colesterol. Como podéis imaginar, me recetó unos
medicamentos y que vigilara mi dieta.
Pero, por mi cuenta, acudí a pedir otras ayudas. Tengo
amigos que trabajan en el campo de la medicina natural, obteniendo muy buenos
resultados con sus pacientes. Así que recurrí a ellos. También me ayudó una
feligresa de la parroquia de San Pablo, donde entonces era rector. Esta mujer
ejemplar, que vive sola y lleva una vida autónoma, a sus noventa tantos años,
se recuperó de un cáncer después de estar desahuciada. Lleva una vida sanísima
y lee perfectamente sin gafas, a su edad.
Tanto ella como mis amigos naturópatas me dieron
orientaciones dietéticas y me hicieron ver la necesidad urgente de cambiar mis
hábitos alimentarios. Y así lo hice. Cuando te juegas algo tan importante como
la vista, todo sacrificio es poco. Así comencé a tomar muchas verduras,
ensaladas, frutas… Dejé totalmente la Coca-cola, los embutidos, los fritos y
los enormes bocadillos que tomaba antes. Fue un cambio radical, y en pocos
meses perdí casi 20 kg. La gente a mi alrededor quedó bastante sorprendida.
La verdad es que un cambio de hábitos dietéticos cuesta,
pero me encontré mucho mejor. No solo más ligero, sino que comencé a dormir
mejor, se me quitó la constante sed que tenía antes y, lo más importante,
normalicé mi presión arterial y mi colesterol fue bajando gradualmente.
Lo que
más me motivó en esa etapa fue pensar en los demás: por ellos debía cuidarme. Y
no conformarme con tomar unas pastillas, sino con replantear mis hábitos y
buscar la salud global. Mi ojo fue la víctima de un estado físico dañado, por causa
de un estilo de vida poco saludable. A veces necesitamos un susto para
reaccionar. Cuando dejamos de ver bien los rostros, los detalles, las cosas
hermosas que nos rodean, nos damos cuenta de que podemos perder algo muy
importante. Y está en nuestras manos cambiar.
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