Sabemos que, a menudo, las causas de las enfermedades no son
únicamente físicas, orgánicas o debidas a accidentes. El estrés juega un papel
importante en no pocos trastornos. En mi caso, ya expliqué que, por
temperamento y por mi vocación, siempre he tendido a ser hiperactivo. Llegó un
momento en el que soportaba un gran estrés sin ser consciente de ello. Vivir estresado
se había convertido en algo natural para mí. Hasta tal punto el estrés puede
ser adictivo.
Cuando tuve el accidente vascular todos los doctores que me
visitaron coincidieron en señalar que un factor decisivo había sido el estrés. Uno
de ellos, concretamente, me dijo que el estrés, en los varones, afecta muy especialmente
a la retina.
De manera que no solo tuve que aprender a comer, respirar,
hacer ejercicio y descansar. Tuve que afrontar el estrés y aprender a delegar
más. Esto, para quien está acostumbrado a dirigir personas y tiene un puesto de
responsabilidad, cuesta tanto como cambiar de hábitos alimentarios. Es
necesario hacerse una reflexión muy profunda, conocer nuestros límites, no
creernos mesías ni Superman. En el
fondo, se trata de descubrir que detrás de tanta actividad puede haber un
orgullo o una vanidad escondida, o quizás un deseo de huir del vacío. Cuando te
detienes y te contemplas a ti mismo, con paz, con humildad, te ves cómo eres,
cuáles son tus límites y también tus capacidades.
Poco a poco he aprendido a ser dueño del tiempo y de la
propia realidad, a aflojar y apearme de la hiper-responsabilidad. A veces hay
que desengancharse, de la gente, del ritmo acelerado, de los compromisos, del
querer llegar a todo… Menos es más.
Ante Dios, lo que importa es el amor con que haces las cosas, no cuántas cosas
haces, ni cuántos méritos te reconocen. Y, a veces, lo más sabio es no actuar,
o cambiar de dirección y hacer las cosas de otra manera.
El ser humano busca la armonía y la felicidad. Cuando se
olvida de esto, siempre querrá hacer más, siempre le faltará tiempo y las 24
horas del día no le bastarán. Para llegar a plantearse esto es necesaria mucha
humildad y vida interior. Tiempo de silencio. Tiempo para rezar.
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