Hoy hablaré de la importancia de los minerales. Nuestro
organismo los necesita como alimentos reguladores, es decir, para realizar
correctamente algunos procesos del metabolismo. La cantidad necesaria suele ser
pequeña y con una dieta adecuada se debería cubrir. Lo que sucede es que
nuestra alimentación no siempre es equilibrada. Además las principales fuentes
de minerales ―vegetales y animales―, están nutriéndose en suelos
empobrecidos por la sobreexplotación, y esto hace que nuestras comidas sean
deficitarias en estas sustancias.
Por otra parte, los minerales deben tomarse en formas que el
cuerpo los pueda asimilar. Desde hace años está de moda tomar suplementos de
minerales. Pero muchos de ellos están extraídos de sales y compuestos
inorgánicos que nuestro organismo simplemente deja pasar y excreta por la
orina, de manera que no operan el efecto deseado. Esto ocurre especialmente con
el calcio y el hierro.
¿Cuál es la mejor manera de tomar minerales? En su forma orgánica, es decir,
tal como están presentes en muchas plantas, a ser posible, crudas y de cultivo
ecológico. Por ejemplo, las espinacas, las almendras, el sésamo, son los
alimentos más ricos en calcio asimilable y los que mejor suplen las carencias
que provocan osteoporosis y otros problemas. La gente suele pensar que para
tomar calcio necesita beber mucha leche o comer yogur, pero el calcio de los
productos lácteos apenas se asimila. Se acumula o se desecha, provocando más
problemas que soluciones.
Para los ojos también son muy importantes los minerales. Hay
varios, hoy me centraré en el cromo.
Es un oligoelemento esencial, es decir, que lo necesitamos
en cantidades muy pequeñas e ingerido, pues nuestro cuerpo no lo fabrica.
El cromo es vital para el funcionamiento del cuerpo entero y
del ojo. Entre otras funciones, contribuye a regular el apetito, bajar la
hipertensión, aliviar la diabetes II, reduciendo la ansiedad por tomar
azúcares, incrementar la masa muscular y eliminar la grasa ayudando a la
insulina a metabolizarla, convertir la proteína en músculo y el azúcar en
energía. El cromo, además, parece que ayuda a revertir la aterosclerosis o
endurecimiento de las arterias.
De acuerdo con un estudio publicado en el Diario de la
Academia Internacional de Medicina Preventiva, la deficiencia de cromo está
ligada a la miopía o visión corta. El cromo trabaja junto con el ácido fólico (vitamina
B-9) y la vitamina C para promover un buen funcionamiento de los músculos
ciliares del cristalino, los músculos que enfocan la visión.
Si no hay suficiente cromo en sangre, dicen los
investigadores, no se puede mantener un correcto enfoque del ojo. El Dr.
Benjamin C. Lane, del Instituto de Optometría Nutricional, ha descubierto que
un nivel bajo de cromo es un factor de riesgo en la presión intraocular. En
varios estudios ha demostrado que el estrés al enfocar la vista durante largos
periodos de tiempo incrementa la presión intraocular. Pero un aporte adecuado
de cromo facilita el enfoque y alivia el estrés ocular.
La deficiencia de cromo también se ha asociado al desarrollo
de las cataratas.
¿Dónde encontrar
cromo?
En alimentos como la carne magra, el hígado, los huevos, el pollo,
las ostras, el queso; el germen de trigo, la levadura de cerveza, los pimientos
verdes, la manzana, el plátano, las espinacas y los cereales integrales.
No obstante, como hemos dicho, el consumo de alimentos refinados
hace que la dieta habitual de la mayoría de gente sea baja en cromo, y no solo
esto, sino que reduce los niveles de cromo. Muchas personas ―atletas, diabéticos, madres
lactantes, gente mayor― son
más propensas a tener deficiencias de este mineral. Por este motivo se recomienda la suplementación con
productos de calidad.
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