Hoy voy a explicar con más detalle por qué es tan importante
tener la sangre limpia y nuestras venas y arterias en forma. Detrás de muchos
problemas visuales en realidad se esconde un grave problema circulatorio.
Todo comienza con nuestra alimentación. Hay dos tipos de
comida en nuestra dieta occidental que son letales para la vista y que, por
desgracia, son muy abundantes en nuestras comidas diarias. Las estadísticas
hablan de un 30 % de la población con problemas oculares, pero sabiendo su
origen, no es de extrañar.
El primer “veneno” para los ojos es el azúcar. Todos los
carbohidratos refinados ―azúcar,
pan, pasta, arroz blanco, patata…―
cuando entran en el organismo, son rápidamente asimilados. Si no se queman como
energía, se acumulan como grasa. La grasa puede depositarse en los tejidos,
cubriendo los órganos o bien en las paredes de las arterias, formando placas o
ateromas. Así comienza la llamada aterosclerosis. Estas placas estrechan el
paso de la sangre, con lo que se incrementa la presión a la que esta circula.
Por otra parte, cuando trozos de grasa o de placas se desprenden, se pueden
formar trombos, que en un momento dado pueden obstruir el vaso sanguíneo, provocando
una hemorragia y una falta de oxígeno en la zona que no se puede irrigar. Esto
sucede especialmente en los finos capilares periféricos que riegan los pies,
las manos, el cerebro, los ojos… Así me ocurrió a mí: un pequeño trombo atascó
un capilar venoso de mi retina, provocando una rotura y pérdida de sangre y,
por consiguiente, de visión.
Otro elemento peligroso son las grasas saturadas, hidrogenadas
o “trans”, presentes en la mayoría de alimentos procesados, desde la bollería
hasta muchas conservas y embutidos. También los aceites vegetales, si son
refinados, contienen grasas trans. Para no hablar de las margarinas y de la
mantequilla.
¿Qué ocurre con estas grasas? Al igual que los azúcares, si
no son quemadas por la actividad física, se acumulan. Pero, además, las grasas
son necesarias para formar las membranas celulares del cuerpo. Estas membranas están
formadas naturalmente por grasas elásticas, entre ellas los llamados ácidos
grasos esenciales, como el EPA y el DHA. Si ingerimos poco de estos aceites y
muchas grasas malas, gradualmente las membranas celulares se irán alimentando
de ellas, se endurecerán y se volverán quebradizas. Una membrana rígida y en
mal estado hará que la célula no reciba los nutrientes adecuados ni pueda
evacuar correctamente sus residuos. La célula, desnutrida y contaminada,
envejecerá y terminará muriendo. El tejido con células enfermas, envejece y
degenera. Esto es el inicio de muchas enfermedades, incluido el cáncer.
La degeneración macular asociada a la edad es una
consecuencia de este deterioro del tejido retiniano por causa de las grasas
malas, y también por culpa de una deficiente circulación sanguínea. No llegan
nutrientes ni oxígeno suficiente a las células del ojo. Y el ojo necesita 25
veces más oxígeno que el resto de tejidos del cuerpo.
Así, vemos que el problema empieza en la boca y en nuestras
elecciones a la hora de comer.
La solución también comienza por aquí: cambio de hábitos.
Abandonar los azúcares refinados y las grasas saturadas e incorporar alimentos
sanos, de origen vegetal, sin procesar: frutas, verduras, legumbres y cereales
integrales, a ser posible todo de cultivo ecológico para que conserven mejor
sus nutrientes. Este es el inicio de la regeneración.
Además, ayudarán mucho suplementos alimenticios, como los
Omega 3 de los que ya hablé en otra entrada, vitaminas A, C, E y del grupo B,
luteína, zeaxantina y minerales de los que solemos estar carentes. Casi todas estas
vitaminas y minerales se encuentran en los vegetales crudos.
Os animo a cambiar. Es cierto que a mí me han ayudado mucho
los tratamientos que he recibido, pero la calidad y agudeza de mi visión han
mejorado, estoy seguro, gracias a la constancia en mis nuevos hábitos
alimentarios. Y esto es un cambio de por vida, que agradeceréis siempre. Pues,
además del ojo, todo el cuerpo rejuvenece y mejora. ¡Probadlo y veréis!
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