Un largo trayecto para una mala sentencia
En busca de otras opiniones para asegurarme de que todas
coincidían sobre la eficacia de mi tratamiento decidí trasladarme a Pamplona.
La Universidad de Navarra es un referente mundial en tratamiento de patologías
oculares. Y buscaba sin cesar otra opinión médica que me diera esperanza, pues
me resistía a rendirme y necesitaba más respuestas. Me habían hablado muy bien
de esta universidad y una persona amiga tuvo el gran gesto de ayudarme, concertándome
la visita y las pruebas diagnósticas.
En junio de 2011 viajé a Pamplona esperando que se me
abrieran nuevos horizontes. Encontré una ciudad hermosa y verde, de una medida
muy humana, con bellos edificios, su majestuosa catedral, sus parques y el
inmenso campus universitario, con los más modernos equipamientos.
Un diagnóstico desalentador
Llegué por la tarde y al día siguiente, a primera hora, me
dirigí a la consulta oftalmológica de la Universidad, tal como había
concertado. La verdad es que estaba muy inquieto porque en las últimas semanas
había perdido agudeza visual de forma considerable. Me hicieron las pruebas,
pasé por el optometrista y finalmente me vio el oftalmólogo. Yo esperaba que me
aconsejaría alguna terapia diferente o complementaria para aumentar la visión…
pero no fue así. No me dijo nada nuevo. No solo eso, sino que, como un juez, me
sentenció y me comunicó fríamente que mi edema macular no tenía solución alguna
y que llegaría a un punto en que cada mes desearía que me pincharan en el ojo
para evitar la distorsión visual. Era el único tratamiento conocido y lo único
que podían hacer.
Salí desilusionado, cabizbajo y desconcertado. Una
universidad referente en el mundo me acababa de inocular un terrible mensaje:
tenía que conformarme a vivir con el dolor y dejarme atravesar el globo ocular
con una aguja de diez centímetros. Me dije a mí mismo que no, que no pasaba por
aquí, y que no quería vivir con una aguja siempre a punto para perforar la
preciosa ventana que me conecta con el mundo exterior. Me dije que, por muy
sabios que fueran aquellos médicos, finalmente no eran dioses. Y me reafirmé:
recuperaría la visión, no solo era cuestión de médicos y tratamientos, sino de
mi propia fortaleza interior como paciente.
Un propósito firme
Finalmente, la salud depende responsablemente de uno mismo;
cada cual tiene la opción de ser dueño de su vida y de su salud. En el viaje de
regreso iba pensando lo grave que es jugar a ser dioses, como si la medicina
tuviera la última palabra sobre la vida y la enfermedad. El ser humano es más
que pura biología y conexiones nerviosas, y la ciencia no agota el misterio de
la persona. Los médicos, por mucho que lleven bata blanca y estén
especializados en su área, no pueden meterse en el interior del paciente.
Además de material somos alma, somos espíritu, y somos energía cuántica. Somos
imprevisibles y no podemos reducir la globalidad de la persona al
funcionamiento de los órganos vitales.
Aunque reconozco que la sentencia me afectó, me dije a mí
mismo que era el único responsable de mis ojos y que la salud comenzaba en mi
cerebro, que está diseñado para recibir las señales de mi conciencia y de mi
alma. Aunque estuve a punto de caer en el pozo de la desesperanza, no me
consentí doblegarme. Me visualicé en medio de la penumbra, con todas las
herramientas para sanar mi ojo, y me propuse seguir luchando sin desfallecer.
Tenía que seguir adelante.
Y sigo en esta lucha porque quiero, algún día, poder ver con
la máxima nitidez el maravilloso estallido de la creación y saborear, no con el
paladar, sino con los ojos, la belleza de los colores que tejen la existencia.
Han pasado dos años y estoy logrando distanciar en muchos
meses los pinchazos. Así seguiré hasta que ya no los necesite. Cada vez tengo
más claro que está llegando ese día. Mientras tanto, signo en la brecha.
Aaamén, aaamén aaamén...
ResponderEliminarGracias, gracias gracias Dios, Madre Celestial, Ejército Celestial Universo por nuestro amado, respetado, Humilde ÁNGEL sin alas: PADRE JOAQUÍN, de Barcelona para el mundo mundial!!!
:)
Amen... así es, con Todo el Amor y la Fuerza Interior de Nuestro Ser que es la Vida en Dios.
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